Proceso
En un principio, dibujé buscando inspiración creativa para el proyecto, pero me di cuenta que en este momento de mi vida el dibujo no me desenvuelve, ni siquiera me enreda más, solo existe como registro. Más valiosa mi escritura.
El quehacer en la performancia ha sido un constante diálogo con los diferentes aspectos de mi vida que atraviesan mi cuerpe.

La salud
El cuidado
El privilegio
El amor
El movimiento
La producción

Les hago preguntas, a veces no responden o me halan un poco y me dejan dar un vistazo a lo que ocultan detrás de sus cortinas de humo. Otras veces me hacen preguntas y en mi mundo aún no existen palabras que vislumbren un mínimo acercamiento a una respuesta.
Mi cuerpe como materia plástica no necesita de un entrenamiento previo para refinar el movimiento y la expresión, con el fin de ser viste o percibide con agrado, admirable por su virtuosismo y naturalidad, porque el performance juega —sí, juega— con las tensiones de la vida, y yo ya estoy viva. Mi nueva tarea es redescubrir las conexiones que tengo con el entorno desde mi condición de cuerpo humano.

En un principio no tenía ni la más remota idea de qué podía reflexionar a través de la cuerpa, solo unas nociones de postporno por Nadia Granados, Miao Jiaxin y mis candorosas exploraciones propuestas para la clase de Arte Mediático en el semestre anterior. A medida que fui investigando sobre el performance en Colombia y viendo gestos relacionados a la sexualidad, el género y las posibles transformaciones de la identidad desenterré —o me volví más consciente de— un (re)sentimiento hacia la imagen clasista y machista del caballero, el hombre ideal.

Seguí con esta pasividad investigadora, propia de mi indecisión librana, hasta el Paro Nacional y simplemente qué gonorrea. Creo que nunca me había sentido tan confundido e iracunda—y eso que estoy más que bien bajo un techo y con la panza llena—. La nueva normalidad es un estado constante de inestabilidad, de crisis incesantes que se van acumulando una tras otra.
Todavía no he encontrado la manera más acertada para desafiar y criticar este arquetipo con los medios que me interesan, así que estas son experiencias son aproximaciones y experimentos que eventualmente van a mejorar —eso espero—.
El 28 de mayo salí a marchar con el Frente de Resistencia Transfeminista Marikón (FRTFM) y aproveché para practicar con la cámara análoga. Tuve la oportunidad de conocer a más marikas disidentes de género y sexo, cosa que ni había contemplado por el confinamiento. Tan solo verles era —es— una dosis tremenda de empoderamiento, sus energías y actitudes me han enseñado más sobre diversidad que cualquier material que haya visto o leído, porque encontré un espacio seguro* y abierto para hablar desde nuestras cuerpas y no sobre ellas. Aprendí sus nombres, sus pronombres, de lo que hacían y lo que les unía.
*Algo que nunca sentí junto a la comunidad estudiantil
Este último sí sirvió como boceto para una máscara que hice, pero no la he usado para este trabajo.
Le Citrino con Lucas
Dulce y Angelina
La Dulce
La Amapola convenciendo a un tombo
La Carmen (Hugo)
La Pamber
Pablo Pable
La Eleanor
El 16 de Julio fue la Marcha Trans en el Santafe, organizada por la Red Comunitaria Trans. Tomé fotografías , también análogas y esta vez a color, de las presentaciones del grupo Toloposungo (Todos Los Policías Son Una Gonorrea, abreviatura que se apropia del sentido y "traduce" la sigla A.C.A.B.).
Y quedé sedienta de vogue y trepe
Pablo Pable
Y me vendieron galletas "mágicas" que no me hicieron efecto, pero viendo estas fotografías no es necesario.
Por estas épocas, por iniciativa de la maestra Sofía Mejía e integrantes del área de cultura de la universidad comenzó un laboratorio de exploración corporal en la compañía Danza Común. Después de conocer el espacio inicié mi formación en danza contemporánea en los cursos que ofrece. Simultáneamente, empecé a aprender sobre la historia de la cultura ballroom y su desarrollo en Bogotá, la teoría de la mano de Lucifer Yeguaza de House of Yeguazas y la práctica —en vogue
femme— con Baretamara de House of Tupamaras.
El verde neón antitombo danzaba al ritmo de los reclamos por una vida digna.
Sigo mirando las fotografías sin saber exactamente qué dicen. Son registro de un evento, son retratos, son criaturas salvajes, lo último que desean es encajar. Personas cuir indecentes, zorras malheridas, transmarikonas empoderadas, potras indomables, disidencias a las que en cualquier momento un caballero puede matar impunemente.